—¡Te vas a enterar! —grité.
Tenía el pelo lleno de barro.
Estaba empapada de pies a cabeza y mi ropa estaba prácticamente destrozada. Me
había raspado las rodillas y también las palmas de las manos. En la cabeza tenía
un chichón considerable. En unos días se pondría morado.
—¿Yo? —preguntó León, confuso—
¿Por qué yo?
Él también tenía el labio
reventado y también estaba lleno de barro. Le habían cogido de la parte posterior
de la cabeza y le habían hundido el rostro en un charco, pero por suerte le
habían soltado con relativa rapidez. Estaba hecho un asco por mi culpa. Sus
padres le iban a echar una reprimenda tremenda por mi culpa. Las cosas en su
casa no estaban muy bien y yo no había hecho más que empeorar la situación. Le
consideraban un niño agresivo e incorregible. En más de una ocasión lo habían
amenazado con llevarlo a un internado. Pero sus padres nunca habrían tenido
dinero para tanto.
Ambos teníamos apenas diez años. Yo
estaba subida a su espalda.
—Por no haber venido antes.
Le eché los brazos al cuello y
sollocé. No entendía por qué tenían que apartarnos del resto de niños del colegio.
Decían que éramos raros, pero no lo éramos. Éramos como todos, pero ellos no lo
veían. Y no contentos con apartarnos, además nos pegaban cuando salíamos de
aquella pequeña cárcel. Siempre.
Ese día, León había conseguido escapar,
pero yo me había tropezado. Era una patosa irremediable y me había torcido un
tobillo. Pero lo peor de todo, es que además de tener que soportar el dolor de
mi caída, también me habían llovido algunos puñetazos. Hasta que León volvió
para quitármelos de encima. Entonces, se cebaron con él y se olvidaron de mí.
—Podría haberme ido corriendo, Julia.
Y haberte dejado tirada.
—Pero no lo vas a hacer.
—¿Ah, no? —preguntó, sarcástico— ¿Por
qué no?
Yo le abracé con fuerza y uní mi
mejilla a la suya. Su piel estaba templada. Él siempre había sido cálido.
—Porque eres mi mejor amigo y
siempre lo vas a ser. ¿Verdad?
Él se sonroja, pero sonríe, complacido.
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Me sueno la nariz y dejó la foto
que tengo con León sobre la cómoda. Estoy subida sobre su espalda mientras él
sujeta la cámara. Somos muy felices. Antes de que las drogas llegaran a su
vida. Antes de que Víctor llegara a la mía.
Lo he perdido para siempre. He
perdido al mejor amigo que jamás he podido desear. A la persona
que más me quería en el mundo. Lo he perdido para siempre.
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