No me gusta salir de casa. Siento
que me vigilan y me observan. Escucho el coche de Víctor cerca. Escucho sus
pasos. Intuyo que él no anda demasiado lejos. Aún no se hace a la idea de que no quiero que
vuelva a acercase a mí. Ya ha entendido que no lo necesito y eso le enfurece. Le
enfurece no ejercer poder sobre mí, poder presionarme y hacer conmigo lo que le
plazca. Todo este tiempo que ha estado alejado ha sido para hacerme ver que le
necesito más de lo que pienso. Pero le ha salido el tiro por la culata.
Hoy ha venido a mi encuentro.
Vuelvo a casa tarde después de hacer la compra. Sabe que en las afueras hay muchos
rincones sin luz. Rincones peligrosos en los que no suele pasar nada bueno.
—Hola, Julia. ¿Podemos hablar?
Doy un respingo. No lo espero.
Está oculto en la penumbra. Ni siquiera fuma, así que no he podido ver el
resplandor del cigarro. Es demasiado silencioso. Demasiado meticuloso. Se
acerca a mí y me pongo a temblar. No es la primera vez que intenta acorralarme,
pero sí la primera que lo hace en un lugar tan horrible como aquel callejón
oscuro y deprimente.
—No quiero hablar contigo.
—Es solo un momento. Necesito que
volvamos a intentarlo. Sabes que te quiero más de lo que he querido a nadie en
el mundo. ¿Lo sabes verdad?
Me encojo de hombros e intento
pasarle. Él, sin embargo, se coloca delante de mí para evitar que siga
avanzando. No quiero retroceder. No voy a darle el gusto de retroceder, pero me
detengo. No quiero estar demasiado cerca de él.
—Sabes que estoy loco por ti. Sabes
que estamos hechos el uno para el otro, Julia.
—Yo solo sé que me dejaste cuando
más te necesitaba y que me trataste como una puta, Víctor. Ahora déjame pasar.
Él se cruza de brazos. Es inamovible.
Tiene el ceño fruncido y parece nervioso. Palidezco. Acabo de recordar que no
tengo batería en el móvil y no podré pedir auxilio si las cosas empiezan a
tensarse.
—Nunca te he tratado mal. A no
ser que te lo merecieras.
—Si crees que alguna vez he merecido
que me trates mal, será mejor que me olvides y vayas a por otra chica.
Intento pasarle de nuevo, pero
entonces él me coge de los brazos y me coloca contra la pared. Las bolsas de la
compra han caído al suelo y su contenido rueda por el suelo. El miedo me paraliza.
No sé qué va a hacerme. Aún me duele la última vez que me cruzó la cara, antes
de romper nuestra relación. Una bofetada que creí merecer por mi mal
comportamiento y a la que no di la importancia necesaria.
—Es que yo no quiero a otra
chica. ¿Me has oído? ¿Me has oído? —pregunta nuevamente, prácticamente gritando.
Le pone de los nervios no tenerme
bajo su control. Le enloquece que haya despertado. Que haya salido de su tela
de araña tan perfectamente tejida. Me está mostrando su cara oculta. La bestia
que se oculta tras el hombre bueno de modales impecables.
—Déjame, Víctor.
—Antes dime que me quieres. Dime
la verdad, Julia.
Me tiemblan las piernas. No lo
conozco. No sé quién es. No sé quién es esa persona que ha estado tanto tiempo
conmigo. ¿Cómo he podido estar tan ciega?
—¡Dime la verdad!
—¡No! ¡No te quiero, Víctor!
¡Déjame en paz! ¡Olvídame!
En ese mismo momento me toma por
el cuello y aprieta con fuerza, rabioso. Sus ojos están furiosos, febriles. Me
sujeta la mano derecha con su mano izquierda y no me suelta a pesar de que yo
le golpeo con el puño que me queda libre. Intento liberarme en vano. Es mucho
más fuerte que yo. No puedo respirar.
—Mira lo que me estás obligando a
hacer, Julia. Yo no quiero esto.
No me suelta. El tiempo pasa. Estoy perdida. Va a
matarme. Voy a ser una más.
—¡Eh! ¿Qué haces? ¡Suéltala!
De pronto, Víctor me libera de su
garra y sale corriendo. Otro hombre sale tras él a toda velocidad. Una chica se
arrodilla a mi lado. He caído al suelo de golpe, a punto de perder el sentido. La
chica me habla, intenta tranquilizarme. Estoy temblando de miedo. Mi mente no
reacciona. No puedo contestarle, pero sé que estoy a salvo. Y eso es suficiente.
Me he salvado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario