viernes, 11 de octubre de 2019

Amor


—¡Hola! —gritas desde el recibidor— ¡Ya estoy aquí!
—¿Has traído las cebollas? —te pregunto.
El chisporroteo de las verduras en la sartén ahoga ligeramente mis palabras. Tú entras en la cocina y me sonríes, con esa sonrisa tan preciosa que tienes. Me enseñas la bolsa, orgulloso de tu buena memoria. Alzo una ceja. Sé perfectamente cómo fastidiarte.
—Te has olvidado del suavizante.
La sonrisa se te borra de la cara. Se te ve fastidiado. Yo sigo moviendo la comida para que no se pegue. Si me miras a los ojos sabrás que estoy mintiendo. 
—¿Qué? ¡No me dijiste nada del suavizante!
—Sí que te lo dije. Te lo repetí varias veces.
—¿En serio? —pregunta y te pasas la mano por el cabello negro. Eres como un niño. Sabes que eres un despistado.
—En absoluto. Solo te tomaba el pelo.
Parpadeas un par de veces y luego ríes. Me das un ligero golpecito en el hombro y me abrazas. Quieres hacerme cosquillas, pero no te dejo. Te mando a poner la mesa y termino la comida. Solo le queda el toque final y llenar los platos. Es nuestro aniversario, nuestro primer año desde que nos conocimos y dos meses desde que nos fuéramos a vivir juntos, así que le he preparado algo especial. Un plato que sé que le encanta.
Me coges de la mano mientras comemos y la aprietas. Solo una vez. Es una pequeña muestra de cariño. Siempre aprovechas cualquier momento para demostrarme que estás ahí. Que siempre lo estarás.
Acabamos de comer y dejamos la mesa puesta. Hay día de sobra para recoger y fregar la cocina. No nos importa demasiado el desorden. A mí no me molesta en absoluto y tú estás empezando a tomar mis malas costumbres. Nos tumbamos en el sofá, uno a lado del otro y vemos algo en la tele. No hay gran cosa, pero yo me conformo si estoy a tu lado. Tu calor me reconforta y me hace sentir grande. Estás conmigo y yo estoy contigo. Eso es lo importante.
De pronto, mi móvil vibra en el bolsillo. Tengo una llamada perdida y algunos mensajes. Sé de quién son, quiere que vaya a verle. Quiere verme. Quiere que pasemos la tarde juntos. Suspiro. No merece la pena. Apago el móvil y lo dejo sobre la mesa. Hoy no pienso dejar que nadie me moleste.
—¿Quién era? —preguntas.
Te sonrío y vuelvo a recostarme sobre tu pecho, después de darte un beso tierno en los labios.
—No es nada importante.
Me abrazas. Escucho tu corazón latir suavemente en tu pecho. En poco tiempo te quedas dormido.
Quizás esto es lo que siempre había soñado. Una vida juntos. Quizás este es el amor del que siempre me habían hablado y que tanto tiempo había estado buscando.

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