viernes, 4 de octubre de 2019

Corazón


Hoy he vuelto a casa un poco antes de la cuenta, pero nadie va a saberlo. Ya no hay nadie que me vea atravesar la puerta y me salude desde la otra punta del pasillo, no desde que te marchaste. Tu anillo aún está sobre el cuenco en forma de corazón de la entrada, junto a las llaves, en el mismo lugar en el que lo dejaste. No me he atrevido a tocarlo.
Con un suspiro dejo caer la bolsa de trabajo sobre la silla, enciendo un cigarrillo y abro una lata de cerveza amarga. Ya me da igual poner los pies encima de la mesa mientras veo un poco de basura en la tele y le echo un ojo a las noticias sobre política en el móvil. Hago sin algún reparo eso que te daba tanta rabia que hiciera y que tanto me reprochabas. Siempre discutíamos por lo mismo: tu gran sentido del orden y mi complejo desorden.
No entiendo cómo me enamoré de ti. Quizás fueron tus ojos. Creo que vi tu mirada antes de conocerte. Tus ojos claros me recordaban a unos ojos que había visto antes. En otro lugar. Entre las arenas. Quizás en un sueño. No entiendo cómo llegamos a pensar que estábamos hechos el uno para el otro. Todos nos decían que no duraríamos, que éramos dos personas completamente diferentes. Cómo nos reíamos de sus comentarios y cómo me atormentan ahora que te has marchado. Tampoco te entiendo a ti, no entiendo del todo tus motivos. Suponía que eras feliz conmigo. Al menos yo lo era contigo, a pesar de todo.
Ahora solo siento una gran opresión en el pecho, un hueco donde antes debió latir mi corazón, desbocado cada vez que me rozabas con la punta de tus dedos.No voy a decir que te lo hayas llevado. No es cierto. Tampoco te lo entregué, sigue siendo mío con todas las consecuencias, con todo el dolor que conlleva un corazón roto, repleto de afiladas esquirlas de cristal.
Enciendo otro cigarrillo. Hay muchas cosas que no puedo entender y ni siquiera soy capaz de entenderme. Nunca lo he sido.
Viniste a ordenar mi caótica vida y ahora ya no sé dónde está todo lo que dejé a un lado para hacerme a ti. Lo cambiaste de lugar, quizás incluso lo cambiaste de forma. Me cambiaste a mí. Ahora no sé volver a ser quien era. O tal vez es que cuesta demasiado ser uno mismo después de que te revuelvan por dentro.  
Dejó escapar el humo entre mis labios, con la mirada perdida en la pared del fondo. Sé que depende de mí, pero no tengo fuerzas. Prefiero dejar el tiempo correr, que los bordes cortantes de las esquirlas se redondeen gracias al fluir de la sangre en mis venas y poco a poco el dolor comience a remitir y el corazón empiece a sanar. Tal vez, solo así, vuelva a ser la persona latió en mí. 

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