domingo, 13 de octubre de 2019

Fantasmas


Aún me pesan esos recuerdos. Aún me pesan esas palabras. Los fantasmas del pasado aún me persiguen. Manos invisibles que me arrastran. Bocas invisibles que se ríen y se burlan de mis decisiones. Lenguas bífidas y húmedas que susurran palabras envenenadas en mis oídos.
Camino por la calle con la cabeza gacha como un autómata. Han pasado muchos años, pero aún tengo miedo. Aún me aterra pasar por aquel lugar. Me aterra encontrarme con alguno de ellos y que su recuerdo fantasmal adquiera forma corpórea, se vuelva de carne y hueso. Y se ría. Y vuelva a decir mi nombre. Y vuelva a pensar lo que pensaba.
Para ellos no he cambiado nada. Ellos no han cambiado nada para mí. Siguen siendo los mismos niños que se reían, que hablaban, que se burlaban, que me apartaban… Suspiro. Por suerte, a mí nunca me tocaron. León me dice que hay quien lo pasó peor. Él lo sabe bien. Sus cicatrices y algunos de sus huesos rotos se lo recuerdan a diario. Y aún así sigue luchando. Seguimos luchando por vencerlos. No a ellos, sino a su recuerdo, al dolor, al remanente invisible que aún conservamos en nuestra memoria. En nuestro subconsciente.
—¿Vas a ir? —me pregunta, muy serio.
—Víctor me ha dicho que podría ser bueno para mí —murmuro, poco convencida.
Él frunce el ceño y sigue mirando hacia abajo. Estamos sentados sobre el río. En el puente destartalado de las afueras. Nuestras piernas cuelgan sobre el agua turbia.
—Si te dijera que saltaras sería bueno para ti también lo creerías. ¿Qué sabrá él?
—Ya no somos niños. No es lo mismo.
—No. Somos adultos que es peor.
Me encojo de hombros. Los adultos tienen otras normas de comportamiento. Están más encorsetados. No nos harán ningún daño. Eso es lo que Víctor me ha dicho al menos. Sus palabras me han dado aliento.
—¿Entonces no vas a venir conmigo?
—Antes prefiero subirme a la barandilla y saltar…
Sonríe. Está bromeando. Al menos eso espero.
—No me hace ninguna gracia.
—A mí tampoco. ¿Entonces le vas a hacer caso? ¿Vas a olvidarte de tu instinto?
Asiento poco a poco. No me faltan ganas de salir corriendo y olvidarme de la situación. De quedarme en casa metida entre las sábanas. Olvidarme de que todos mis fantasmas se reunían entre ellos. Olvidarme de que tengo que enfrentarme a sus formas corpóreas. Sin embargo, Víctor me había convencido para bailar entre ellos. Debía integrarme. Debía vencer al pasado. Debía volverme más fuerte.
Vuelvo a mirar a León. Él se ha hecho fuerte. Ha crecido y mucha gente le teme. Sin embargo, dentro de él sigue latiendo el mismo niño asustado que volvía con la ropa rota, sin libros y con heridas a casa. Sus cicatrices, como las mías, siguen ahí, bajo la piel. Y nuestros fantasmas siguen atormentándonos. Por muy fuertes que finjamos ser.

No hay comentarios:

Publicar un comentario