lunes, 14 de octubre de 2019

Lectura


He vuelto. La luz tenue de las lámparas. La calidez de los pasillos. El olor a libro nuevo. No es la primera vez que vengo a la biblioteca. En realidad, llevo todo el año acudiendo a esta pequeña estancia repleta de libros con la esperanza de volver a cruzarme contigo.
Nos vimos por pura casualidad. Llegué a la biblioteca sudando y completamente empapada por la lluvia. A causa de mi mala cabeza, había olvidado el paraguas en casa y me vi obligada a correr desde la parada de autobús más cercana hasta la entrada del edificio. Había acabado calada hasta los huesos, pero aún así decidí entrar y sentarme cerca del radiador. Ni siquiera cogí un libro. Me dejé caer con cuidado sobre la mesa, jadeando por el esfuerzo.
—¿Estás bien?
Levanté poco a poco la vista. Estabas sentado frente a mí. Tus ojos verdes se encontraron con los míos. Unos ojos que me recordaron a algunos otros que había visto antes. En un sueño. Me sonrojé y tú sonreíste. Bajé la mirada. Pensaba que ibas a burlarte de mí.
—¿Necesitas algo?
—Estoy bien —contesté secamente.
Ese día no continuamos la conversación.
Tras el fin de semana, volvimos a coincidir. Volvimos a sentarnos cerca, esta vez el uno junto al otro. Más bien, tú buscaste sentarte a mi lado. En un principio, me molestó. Preferí ignorarte y eso hice durante las siguientes semanas. Sin embargo, tú volvías a mi lado. Una y otra vez. No te cansabas de intentarlo. Y yo no me cansaba de ignorarte. Hasta que desapareciste. Hasta que me di cuenta que necesitaba que estuvieras ahí para concentrarme en los libros. Tu sola presencia me hacía sentirme diferente. Me hacía sentirme bien. O al menos, algo mejor.
Y por eso he vuelto. Para encontrarte. Para volver a sentarme a tu lado y tal vez preguntarte por qué te has ausentado. Si has encontrado algo mejor que hacer que estudiar en una biblioteca ruinosa de un barrio a las afueras de la ciudad.
Doblo la esquina y vuelvo a mi sitio. El de siempre. Y esta vez estás ahí, esperando. Leyendo un pequeño libro de cubierta azul. El corazón me late con fuerza en el pecho y la sonrisa se me ensancha. Has vuelto.
Me siento con cuidado a tu lado y te sonrío. Tú me devuelves la sonrisa. Tienes un brazo vendado.
—¿Por eso no has venido a estudiar? —pregunto, mirando tu cabestrillo.
—Me atropellaron al salir de la biblioteca —confiesas, con un suspiro—. Pero ya estoy bien. No quedan secuelas.
—Lo siento… —murmuro. Me he quedado blanca de la impresión. Jamás habría imaginado lo que en realidad le había pasado.
—Gracias.
Me sonríes y vuelves a tu lectura.
—Por… por cierto —balbuceo. La sangre me martillea en la cabeza. Estoy muy nerviosa—. ¿Cuál es tu nombre?
Levantas la vista. Estoy segura de que esos ojos los he visto antes.
—Pensaba que nunca ibas a preguntármelo —sonríes de nuevo y yo me sonrojo—. Me llamo Víctor. ¿Y tú?
—Julia.
Me sonríes y vuelves al libro. Suspiro y cojo aire. Después de decirte mi nombre me siento más libre. Más feliz. 
Presiento que esto solo es el comienzo. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario