La hoguera arde en el centro del
claro. Estamos sentados en corro. Seis mujeres y tres hombres. Nueve personas.
Con las manos cogidas. Mirando hacia el cielo estrellado. Esta noche comienza el reinado de la oscuridad. El inicio de la fase más oscura de la tierra. El verano ha muerto. El sol se esconderá en las tinieblas. Las cosechas no crecerán. Pronto caerá la nieve. Y aún así estamos de celebración, con las caras pintadas de blanco para que los malos espíritus se alejen de nosotros. Apartándolos de nosotros gracias al fuego purificador. Celebramos la vida a través de la muerte. La llegada del invierno. Estamos
felices. Cantamos, cogidos de las manos. Rezamos a nuestro modo. A nuestros
dioses. A los dioses de los renegados. Si nuestros vecinos supieran… Si supieran
nuestras creencias no nos dejarían bailar junto a la hoguera. Nos arrojarían a
ella.
La fiesta es larga. Es nuestro año nuevo. No solo
nuestras voces cantan al unísono y forman una melodía hermosa y cohesionada. Una
flauta y un tambor nos acompañan. Elisse y Carl son expertos. Tocan como
auténticos profesionales. Son dos nobles. Dos personas que no debían estar aquí,
pero lo están y nos consideran iguales. Somos iguales para ellos y eso nos
enorgullece. No todas las personas se dejan corromper por la plata y el oro.
Después de los bailes, me dejo
caer exhausta entre las raíces de un gran olmo. Leonard se ríe de mí a lo lejos
mientras charla con Marie y Viktor se ha marchado para beber algo. Nosotros tres fuimos los que iniciamos esto,
los que encontramos a las demás brujas y las iniciamos en nuestros rituales. En
los cristales, los aceites, las hogueras, los cánticos. Y estamos orgullosos.
Mucho.
—¡Julliet! —exclama Louise. Viene
por el camino agitando los brazos. Está cubierto de sudor— ¡Es una niña, Julliet!
¡Es preciosa!
Me puse en pie y le di un gran abrazo.
Louise había sido el primer hombre que se unió a nosotros. Y con él su esposa
Helena. Y ahora su hija también sería parte de la familia. Cada vez éramos más.
Cada vez éramos más fuertes, más poderosos.
—Deberíamos hacer algún hechizo
de protección. Voy a coger algunas cosas y llevaré a Leonard conmigo. Él sabe
de esto.
Louise asiente. Su sonrisa es
tierna. Está muy feliz. Por fin su hija ha llegado al mundo. El nacimiento es
un momento increíble, cargado de energía, de magia. Y aún más el día de Samhain. Un día en el que la muerte vence a la vida, la vida ha vencido a la muerte.
—¿Cómo va a llamarse? —pregunta
Viktor, que llega entonces.
Él sonrió de nuevo.
—Diana.
—Un nombre muy acertado —dice
Leonard y le da una palmadita en la espalda—. Julliet y yo recogeremos algunas
hierbas e iremos a vuestra casa. Esperadnos.
Louise se marcha por donde ha
venido y nos deja solos. El resto de las brujas ya comienzan a marcharse y a
despedirse de nosotros. Para ellos la noche ya ha acabado, pero nosotros no.
Aún nos queda un ritual que completar. Una nueva vida que proteger frente a la
maldad y la podredumbre del mundo que la rodea.
Leonard vuelve con las hierbas
pronto. Me da la mano y tira de mí. Yo tomo la manga de Viktor y los tres
comenzamos a correr por el sendero polvoriento entre risas y bromas.
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