martes, 8 de octubre de 2019

Melodía


Estamos sentados el uno junto al otro. Hemos subido a la montaña para ver las estrellas, sin que nadie nos moleste. Ha sido idea tuya. Una idea fantástica, como de costumbre. De ambos, tú tienes la mente más creativa, y no consientes estar sin hacer nada. Eres movimiento puro, pero tranquilo. No eres nervio ni fuego, sino paz y tranquilidad, lo que necesito para despejar mi mente inquieta. Pero a la vez sabes divertirte y no consientes aburrirte. También lo necesito para que no me asalten los pensamientos que me atormentan.
Te acercas hasta el coche. Habías olvidado la chaqueta y también la botella de vino y los vasos que compramos en una pequeña tienda, de camino al mirador.  
La suave brisa mece mi cabello y yo cierro los ojos. Siempre me ha encantado la naturaleza, su energía. Aborrezco la ciudad, su manto de polución y su calor asfixiante. Necesito respirar.
Enciendes la radio del coche. Se escucha una melodía suave. Una canción pausada, casi sensual, inunda el mirador y el bosque que tenemos alrededor. Nadie más que nosotros la escucha. Estamos solos. ¿Quién iba a subir a la montaña una fría noche de principios de noviembre?
—¿Disco nuevo? —pregunto, mientras te sientas a mi lado y comienzas a llenar los vasos.
—Lo compré hace poco en una tienda de segunda mano.
Dejas la botella a un lado y brindamos. Por nosotros. Por nuestro tiempo. Nos abrazamos para entrar en calor y seguimos mirando las estrellas, tan brillantes. Quizás ellas puedan ayudarme a aclarar mi mente. A pensar las cosas correctamente. A olvidar. A hacerlo bien.
La melodía ha cambiado. Es más lenta. Más tranquila. Casi una nana triste. Enredo los brazos alrededor de tu cintura y me dejo caer sobre tu pecho.
—¿En qué piensas? —preguntas, en tono inocente.
Levanto la vista. Tu mirada sigue siendo la misma. Tan clara y transparente como siempre. Tus ojos grises, sin un rastro de violencia o dolor. No has sufrido como yo. No eres una persona salvaje como él, como el hombre de ojos oscuros que me espera fumando un cigarro en las afueras.
—En que ahora mismo no quiero estar en ningún otro sitio.
Con dulzura besas mi cabello y me arropas a pesar de todo. A pesar de que somos completamente distintos. Tan diferentes que duele. Tus amigos dicen que esto no puede durar, mi mejor amigo quiere que abra los ojos. Me advierte. Algún día no será lo mismo.
Suspiro.
¿Cuándo te canses de mí me dejarás a un lado?

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