Estamos sentados el uno junto al
otro. Hemos subido a la montaña para ver las estrellas, sin que nadie nos
moleste. Ha sido idea tuya. Una idea fantástica, como de costumbre. De ambos,
tú tienes la mente más creativa, y no consientes estar sin hacer nada. Eres
movimiento puro, pero tranquilo. No eres nervio ni fuego, sino paz y tranquilidad,
lo que necesito para despejar mi mente inquieta. Pero a la vez sabes divertirte
y no consientes aburrirte. También lo necesito para que no me asalten los
pensamientos que me atormentan.
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La suave brisa mece mi cabello y
yo cierro los ojos. Siempre me ha encantado la naturaleza, su energía. Aborrezco
la ciudad, su manto de polución y su calor asfixiante. Necesito respirar.
Enciendes la radio del coche. Se
escucha una melodía suave. Una canción pausada, casi sensual, inunda el mirador
y el bosque que tenemos alrededor. Nadie más que nosotros la escucha. Estamos
solos. ¿Quién iba a subir a la montaña una fría noche de principios de
noviembre?
—¿Disco nuevo? —pregunto,
mientras te sientas a mi lado y comienzas a llenar los vasos.
—Lo compré hace poco en una
tienda de segunda mano.
Dejas la botella a un lado y
brindamos. Por nosotros. Por nuestro tiempo. Nos abrazamos para entrar en calor
y seguimos mirando las estrellas, tan brillantes. Quizás ellas puedan ayudarme
a aclarar mi mente. A pensar las cosas correctamente. A olvidar. A hacerlo
bien.
La melodía ha cambiado. Es más
lenta. Más tranquila. Casi una nana triste. Enredo los brazos alrededor de tu
cintura y me dejo caer sobre tu pecho.
—¿En qué piensas? —preguntas, en
tono inocente.
Levanto la vista. Tu mirada sigue
siendo la misma. Tan clara y transparente como siempre. Tus ojos grises, sin un
rastro de violencia o dolor. No has sufrido como yo. No eres una persona
salvaje como él, como el hombre de ojos oscuros que me espera fumando un
cigarro en las afueras.
—En que ahora mismo no quiero
estar en ningún otro sitio.
Con dulzura besas mi cabello y me
arropas a pesar de todo. A pesar de que somos completamente distintos. Tan
diferentes que duele. Tus amigos dicen que esto no puede durar, mi mejor amigo
quiere que abra los ojos. Me advierte. Algún día no será lo mismo.
Suspiro.
¿Cuándo te canses de mí me dejarás a un lado?
Suspiro.
¿Cuándo te canses de mí me dejarás a un lado?
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