viernes, 25 de octubre de 2019

Perdido


—¡No está! ¡No está! —exclamo desde debajo de la cama.
—Seguro que lo has perdido. Eres un desastre.
—¡Deja de reírte de mí y ayúdame, León!
Él suspira. Está harto de mí y no es para menos. Siempre ando perdiendo las cosas importantes y se ve obligado a buscar conmigo hasta que aparecen en el lugar menos pensado. Me da una ligera patada en el culo para hacerme rabiar, se arrodilla a mi lado y enciende la linterna del móvil.
—¿En serio no pensaste en apuntar su número en los contactos como hace todo el mundo?
—Deja de repetirlo de una vez. Me lo dio en una tarjeta y tengo que encontrarla. Su letra es preciosa.
—Ya… —murmura— Voy a buscar entre los libros otra vez.
Se incorpora ágilmente y vuelve al escritorio. Yo sigo con mi tarea debajo de la cama. Tengo que remover muchas cajas llenas de zapatos y ropa vieja. No podría perdonarme que por no buscar bien perdiera el único modo que tenía para contactar con Víctor.
—Lo he encontrado —anuncia, agitando la tarjeta—. Pues no tiene tan buena letra.
—¿Qué sabrás tú? Ni siquiera acabaste el instituto.
Le arranco la nota de las manos. Me gruñe, pero no le doy importancia. Estoy muy feliz de haberla encontrado.
León me observa anotar el número. Ha cogido un cigarro y lo ha encendido. Fuma al lado de la ventana para que el humo no inunde la habitación. Sabe que no me gusta que el olor se quede en la ropa y en la cama.
—¿Y bien? ¿Vas a hablarle? —pregunta. Su voz no parece demasiado jovial.
—Por supuesto. Tiene unos ojazos, León. Es guapo y educado y…
Mi amigo aparta la vista. No quiere seguir escuchándome. Yo me olvido de él y abro los mensajes. La foto de Víctor me sonríe desde su perfil. Yo le sonrío. Es perfecto. Todo es perfecto.
—Julia… ¿Cuando empieces a salir con ese tío, vas a olvidarte de mí?
Levanto la vista del teléfono. Sé que León siente algo por mí. Siempre lo he sabido. Incluso nos hemos besado alguna vez, pero no estoy dispuesta a desaprovechar una oportunidad así. La oportunidad que me da la vida para salir de los barrios más oscuros de la ciudad.
—Nunca voy a olvidarme de ti, León. No digas tonterías.
Él se encoge de hombros y vuelve a darle otra calada a su cigarro. Durante toda la tarde sigue pensativo, mientras Víctor y yo nos mandamos mensajes cada poco tiempo. Observa sin comentar ni una sola palabra. Sin soltar ni un solo chiste malo o ser sarcástico. Sin ser él mismo. Y yo no le doy importancia.
Al cabo de un tiempo, me rodea con sus brazos e intenta apartarme del teléfono. Quiere que hagamos algo juntos, pero a mí no me apetece. Además, quiero seguir traduciendo el diario. Poco más tarde, se marcha. Está triste, pero debe hacerse a la idea de que ahora existe algo más que él y yo. Ahora, en mi vida también está Víctor. Sé que, por eso, León me da por perdida, pero eso no es así. Tarde o temprano se dará cuenta.

No hay comentarios:

Publicar un comentario