—¡No está! ¡No está! —exclamo
desde debajo de la cama.
—Seguro que lo has perdido. Eres
un desastre.
—¡Deja de reírte de mí y ayúdame,
León!
Él suspira. Está harto de mí y no
es para menos. Siempre ando perdiendo las cosas importantes y se ve obligado a
buscar conmigo hasta que aparecen en el lugar menos pensado. Me da una ligera
patada en el culo para hacerme rabiar, se arrodilla a mi lado y enciende la
linterna del móvil.
—¿En serio no pensaste en apuntar
su número en los contactos como hace todo el mundo?
—Deja de repetirlo de una vez. Me
lo dio en una tarjeta y tengo que encontrarla. Su letra es preciosa.
—Ya… —murmura— Voy a buscar entre
los libros otra vez.
Se incorpora ágilmente y vuelve al
escritorio. Yo sigo con mi tarea debajo de la cama. Tengo que remover muchas cajas
llenas de zapatos y ropa vieja. No podría perdonarme que por no buscar bien perdiera
el único modo que tenía para contactar con Víctor.
—Lo he encontrado —anuncia,
agitando la tarjeta—. Pues no tiene tan buena letra.
—¿Qué sabrás tú? Ni siquiera acabaste
el instituto.
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León me observa anotar el número.
Ha cogido un cigarro y lo ha encendido. Fuma al lado de la ventana para que el
humo no inunde la habitación. Sabe que no me gusta que el olor se quede en la
ropa y en la cama.
—¿Y bien? ¿Vas a hablarle?
—pregunta. Su voz no parece demasiado jovial.
—Por supuesto. Tiene unos ojazos,
León. Es guapo y educado y…
Mi amigo aparta la vista. No quiere
seguir escuchándome. Yo me olvido de él y abro los mensajes. La foto de Víctor
me sonríe desde su perfil. Yo le sonrío. Es perfecto. Todo es perfecto.
—Julia… ¿Cuando empieces a salir
con ese tío, vas a olvidarte de mí?
Levanto la vista del teléfono. Sé
que León siente algo por mí. Siempre lo he sabido. Incluso nos hemos besado
alguna vez, pero no estoy dispuesta a desaprovechar una oportunidad así. La
oportunidad que me da la vida para salir de los barrios más oscuros de la ciudad.
—Nunca voy a olvidarme de ti,
León. No digas tonterías.
Él se encoge de hombros y vuelve
a darle otra calada a su cigarro. Durante toda la tarde sigue pensativo,
mientras Víctor y yo nos mandamos mensajes cada poco tiempo. Observa sin
comentar ni una sola palabra. Sin soltar ni un solo chiste malo o ser
sarcástico. Sin ser él mismo. Y yo no le doy importancia.
Al cabo de un tiempo, me rodea con
sus brazos e intenta apartarme del teléfono. Quiere que hagamos algo juntos,
pero a mí no me apetece. Además, quiero seguir traduciendo el diario. Poco más
tarde, se marcha. Está triste, pero debe hacerse a la idea de que ahora existe
algo más que él y yo. Ahora, en mi vida también está Víctor. Sé que, por eso,
León me da por perdida, pero eso no es así. Tarde o temprano se dará cuenta.
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