No puedo creer lo rápido que
crece Niall. Hace apenas dos inviernos era muy pequeño y frágil y, ahora, parece
un niño de goma, todo el día de un lado para otro. Explora el mundo con sus
grandes y brillantes ojos color azabache, como los de su padre. Es curioso y
muy activo y, sin embargo, es tan tímido…
Hace poco tiempo que ha tenido un encontronazo con Evelyn, la hija mayor de Helena y Louis. La niña, ha heredado el corazón
tierno de su padre y el carácter de su madre y lo cierto es que, para tener apenas cuatro años, es muy imponente. Niall se acercó a ella a gatas
y cogió con su manita uno de sus cabellos rojizos, estirando de él. Evelyn, confusa y molesta a
causa de la sorpresa, se volvió gritando.
—¡Déjame en paz! ¡No me toques!
Desde entonces, Niall rehuye de
ella. No quiere ni verla a pesar de que no sabe su nombre. Agacha la cabeza cuando
pasa cerca y busca consuelo en las piernas de Leonard o entre mis faldas.
—Ven, mi vida —le digo.
Lo cojo entre mis brazos y lo llevo
de paseo. Tengo una idea para que mi pequeño y la hija de Helena se lleven
bien. Al fin y al cabo, somos una comunidad y debemos ayudarnos entre nosotros.
No podemos tenernos miedo.
Helena llega pronto al lugar
indicado, nuestro pequeño claro con el círculo de piedra. Evelyn está cogida de
su mano y se hurga la nariz con el dedo índice. Su madre tarda poco tiempo en
reprenderla. Yo le sonrío. No pasa nada. Son solo niños y aún no entienden el
comportamiento del mundo de los adultos.
Nada más verla, Niall esconde la
cabeza en mi pecho. Esta claro que mi hijo va a tener una memoria prodigiosa.
Un regalo de los dioses. Y también una condena.
—Mami… —murmura— A casa…
—Primero vamos a hacer una cosa.
Evelyn ha venido a verte.
Niall solloza, pero a pesar de
ello le dejo en el suelo. Helena se ha acercado hasta nosotros con su hija y
también se aleja ligeramente para que los dos niños se queden solos. Mi pequeño
mira hacia abajo, asustado. Evelyn parece cansada de una
situación tan desagradable.
Me acerco hasta ellos y me
arrodillo en el suelo arenoso.
—Evelyn. ¿No quieres decirle nada
a Niall?
En un principio ella niega con la
cabeza, pero se vuelve para mirar a su madre. Se la ve avergonzada.
—Siento haberte gritado, Niall.
Perdóname… —murmura, a media voz.
—¿Y tú, Niall? ¿Vas a decir algo?
Mi pequeño asiente lentamente y
le sonríe a la niña. Aún no se atreve a acercarse demasiado. No tiene el carácter
introvertido que compartimos su padre y yo. Él es mucho más reservado. Va a ser
un hombre serio. Espero que no demasiado. Eso tampoco es bueno.
—¿Evilyn? —pregunta, sin mucho
acierto.
—Evelyn. ¿Tú cómo te llamas?
—Niall —contesta, con una carcajada.
Mi niño se lleva las manos a la
cara y luego palmotea. Sabe que lo ha hecho bien y está feliz. Puede que le
cueste hacer amigos, pero por suerte no olvidará cómo hacerlo. No olvidará que pedir
disculpas y perdonar es la base de una buena amistad.
Miro a Helena y sonreímos. Somos
dos buenas brujas, hermanas y dos grandes madres.
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