Salto a los brazos del misterio, de la incertidumbre, el miedo... miedo a encontrar qué aguarda al final de la garganta helada, miedo a que el final sea peor que el trayecto.
Los astros son los únicos testigos de mi último paso, el que me hace despegar, volar más alto de lo que jamás habría esperado, y es que caer, tal vez, también es volar, volar mientras te arropan los recuerdos de una vida rota, de un hogar muerto y unos rostros casi olvidados. No se puede llorar por un sentimiento apagado desde hace tantos años, por lo perdido o lo amado, no cuando has llorado tanto.
Quizás nunca más se vuelva a saber de mí, pero ¿importa acaso?
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