Es duro que te etiqueten para siempre como la gorda. La gorda del grupo, la gorda de la clase, la gorda de
extraescolares... en general la gorda que debería dejar
de serlo. Gorda no es un simple
adjetivo, es una etiqueta que te perseguirá para siempre. Aunque bajes de peso,
aunque te esfuerces por verte mejor delante del espejo estará ahí, esperando,
agazapada, para recordarte que no vales demasiado para el resto del mundo,
porque eso es lo que siempre te han hecho creer. Gorda no es una palabra
cualquiera, son años y años de presión, de insultos, de miedos, de ansias de
cambiar, de miradas de soslayo cuando pides una hamburguesa en cualquier local
de comida rápida. Te juzgan. Tú eres la que nunca va a estar satisfecha con una cheeseburguer, si no la que
probablemente se levantará para pedir un refresco grande y doble ración de
patatas fritas. Eso está mal, porque estás gorda. Podrías ser tan
solo una chica independiente que disfruta de la comida, pero eres la gorda y esa losa que ha
estado siempre sobre ti, pesa, no te deja vivir como a los demás. Te percatas de
sus miradas, de sus risas y comes, pero no disfrutas, simplemente lo haces de
forma automática, porque parece que te hace sentirte algo mejor. Tan solo
sacias esa ansiedad que te atormenta.
El espejo se burla, las redes sociales, repletas de cuerpos perfectos, se burlan. ¿Para qué vas a subir una foto si se supone que estás haciendo apología a la obesidad? ¿Para qué vas a demostrar que estás feliz con tu cuerpo si van recriminarte que no eres una persona sana? Nadie cuestiona el colesterol, la tensión o la diabetes de una persona delgada, nadie cuestiona sus rutinas de deporte, nadie se preocupa por la supuesta normalidad, pero sí cuestiona tu forma de vida porque la forma de tu cuerpo no les parece adecuada.
—¿No comes, tía?
Parpadeó un par de veces. Otra vez vuelvo a darle vueltas al mismo pensamiento obsesivo. Ya no soy la misma persona de siempre. He cambiado, aunque tan solo por fuera. He perdido esa forma que tanto me hacía sufrir, ya no me miran, ahora soy una persona más del montón, una persona dentro de su peso.
—No tengo mucha hambre hoy.
—Pues deberías comer, te estás quedando demasiado delgada.
Suspiro y le doy un bocado a mi hamburguesa. Vivimos en el mundo de la perfección, pero nadie es perfecto, todo el mundo es demasiado algo, demasiado alto, demasiado feo, demasiado prepotente, demasiado astuto, demasiado tonto, demasiado gordo.
Somos demasiado y eso nos hace insuficientes en el mundo de la apariencia frágil y perfecta.
Somos demasiado y eso nos hace insuficientes en el mundo de la apariencia frágil y perfecta.
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